Transcurre la segunda mitad del siglo XIX en las bellas tierras de México, es el bosque de montaña de la Huasteca Hidalguense, cercano a los límites del Estado de Veracruz, donde la neblina
acaricia la tierra y el ensueño de andar por las nubes se vuelve realidad. Aquí, alrededor del calor y la luz que emana de las flamas danzantes de las velas, una familia
trabaja para dar forma a materiales y objetos con la misión de brindar luz, en todos sus sentidos, a los sueños y esperanzas de muchos.
Las veladas compartidas entre familia y amigos durante las oscuras noches, son iluminadas por velas que se elaboran dentro de la
casa familiar, en un taller doméstico donde todos los miembros de la familia colaboran con la hechura de velas y cirios: los más pequeños
observan con curiosidad a las tías mayores trenzando con sus hábiles manos los delgados hilos de algodón que dan forma a las mechas y pabilos; los tíos encienden el
fuego ardiente y preparan las pailas, esas enormes vasijas metálicas donde se funde la fragante cera de abeja; unos aros grandes de hierro son alistados y en ellos se cuelgan los
pabilos por donde escurre la cera fundida.
Así, más de 130 años después, Cerería de Jesús, herederos y exploradores de la tradición cerera, buscamos adaptarnos e innovamos para continuar brindando toda la luz,
la magia y la fuerza del simbolismo de la velas. Siempre movidos por el deseo de compartir esta luz y seguir brillando.